domingo, 27 de junio de 2010

"EL CORAZÓN DEL TUAREG", 3ª parte

Mi amada esposa Yassmine me espera en nuestra jaima para que le sirva, tan ceremoniosamente como siempre suelo hacer, el fragante té. Antes la he visto extraer, de un pequeño baúl, los vasitos que guarda para las ocasiones especiales. Son de vidrio coloreado en tonos muy vivos y decorados con unos ingenuos motivos florales. Y es que hoy es un gran día: por fin ha venido a visitarnos nuestro primogénito Yussuf. El mayor de nuestros seis hijos ha llegado hace apenas unas horas, procedente de París, ciudad en la que reside desde hace muchos años. A veces nos visita en compañía de su mujer y sus dos niños, pero esta vez lo ha hecho solo y aunque pasamos pena por no ver a nuestros preciosos nietos, su sola presencia nos reconforta.

Todos nuestros hijos y nietos sufren una dolorosa diáspora, el exilio penoso y obligatorio de aquéllos que, por no tener, no tienen ni siquiera patria. ¡Cuán dura es la vida del desierto…! Pero cuánto más amarga y lacerante es la vida cuando no hay ni arena, ni la visión de las infinitas y serpenteantes dunas ante una paupérrima jaima…Y es que sólo hambre y miseria, y desesperación eterna, esperan a nuestro pueblo, a ese pueblo del que nadie ya se acuerda, que parece que ni existe…al pueblo saharaui.

Y pensar que un día fuimos amos y señores del desierto…que nada ni nadie doblegaba a los hombres y mujeres de azul, a los que vivían según sus propias leyes y conceptos, enarbolando la bandera de su libertad…Pero ahora la triste realidad nos aboca a la condición de mendigos, mendigos de tierra y pan, de arena y agua que nos permitan la supervivencia y sino…¿qué nos queda? La diáspora como única salida, el desmembramiento de nuestras familias, de nuestras tribus y clanes, de nuestra sociedad y por ende, de nuestra cultura. Toda una lección histórica de renuncias y, sobre todo, de ceguera, de ofuscada ceguera por parte del resto de la humanidad, que permite tales atropellos sin el más leve pestañeo.

CONTINÚA EN LA ENTRADA ANTERIOR (MÁS ANTIGUA).

Pintura: "El dúo", Gyula Tornai  (1861-1928).

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